domingo, 23 de mayo de 2021

Maurice - E.M. Forster (fragmento)

 "La locura no es para todos, pero Maurice conoció el rayo que dispersa las nubes. La tormenta no había durado tres días como él suponía, sino que había estado fraguándose durante seis años. Se había preparado en las oscuridades del ser, donde ningún ojo atisba, y el medio ambiente en que había vivido la había alimentado. Había estallado y él no había muerto. La claridad del día le rodeaba, estaba en pie sobre las cumbres que ensombrecen la juventud, y vio.

La mayor parte del día permaneció sentado con los ojos cerrados, como si escrutase el valle que había abandonado. Era todo tan simple ahora. Había mentido. Lo formuló en una frase "Se había alimentado de mentiras", pero las mentiras son el alimento natural de la niñez, y las había devorado con avidez. Su primera resolución fue ser más cuidadoso en el futuro. Viviría con rectitud, no porque importase a nadie ya, sino por la rectitud misma. No volvería a mentirse así. No pretendería -y esta era la prueba-. preocuparse por las mujeres, cuando el único sexo que le atraía era el suyo propio. Amaba a los hombres y siempre los había amado. Ansiaba abrazarlos, mezclar con el de ellos su ser. Ahora que había perdido al hombre que correspondía a su amor, admitía aquello.

Después de esta crisis, Maurice se convirtió en un hombre. Hasta entonces, si es que pueden valorarse los seres humanos, no había merecido el afecto de nadie, pues se comportaba con los demás de un modo convencional, artero y mezquino, porque lo mismo hacía consigo mismo. Ahora tenía el mayor regalo que ofrecer. El idealismo y la brutalidad que caracterizan a la niñez se habían unido al fin y se fundían en amor. Quizá nadie quisiese tal amor, pero podía ya no sentirse avergonzado de él, porque aquél amor era "él", no el cuerpo o el alma, no alma y cuerpo, sino "él" viviendo en ambos. Si bien áun sufría, de algún lugar de su interior brotaba una sensación de triunfo.

El dolor le había mostrado un nicho en el cual los juicios del mundo no contaban y donde podía refugiarse.

Había aún mucho que aprender, y habían de pasar años para que explorase algunos abismos de su ser, tan horribles eran. Pero descubrió el método y no se preocupó más de los diagramas dibujados en la arena. Había despertado demasiado tarde para alcanzar la felicidad, pero no para alcanzar la fuerza, y podía experimentar una austera alegría, como la de un guerrero que no tiene hogar y se mantiene siempre armado para la batalla."