domingo, 17 de mayo de 2020

Benditos rincones de lectura...

Me dejo caer por aquí para hablar de una de las cosas más importantes de las que debe disponer cualquier buen lector que se precie...un rincón de lectura.

¿Qué es un rincón de lectura? Para mí es el sinónimo perfecto de Santuario, un lugar en el que sentirte tan relajado y tan cómodo, que puedas ser capaz de perder la noción del tiempo y el espacio de forma que únicamente existáis tú y tu libro en mitad del infinito. Un oasis en mitad del desierto de las preocupaciones, la rutina, el estrés del día a día...un Nirvana únicamente alcanzado cuando en ese momento del día te sientas, te acomodas, coges tu libro, tu taza de té/café, respiras ese humillo tan reconfortante que despide la bebida elegida, abres tu novela y...en fin, desapareces, te sumerges y viajas.

No hay una sensación más paradisíaca en el mundo que la de acudir a tu rincón de lectura y adentrarte en las historias, en las palabras, en las voces...volar dentro de cada universo literario y descubrir que no hay nada más, que por fin eres libre después de un día de agobios, tareas, correos, llamadas, ir, venir.

Un lugar donde no hay horizontes, no hay normas ni leyes, sólo las de tus ojos recorriendo las palabras y decidiendo dónde detenerse a reflexionar, a respirar hondo o a repetir un párrafo demasiado intenso, tan sorprendente que tienes que volver a leerlo.

Rincones de lectura...de tan diversa índole como lectores hay en el mundo.
Los hay librocubicularistas, que leen en la cama, los hay que tienen un lado propio del sofá, una butaca, una silla, una mecedora vieja, incluso los hay que leen en una alfombra en el suelo, o que prefieren ir a una biblioteca. Da igual cuál sea tu rincón, o si tienes varios, o todos, lo importante es que ESE es un momento enteramente tuyo, en el que nadie puede entrar y que nadie te puede quitar.

Yo personalmente tengo varios rincones, pero hay uno, uno especial, ese en el que si me siento es para no levantarme en un par de horas al menos, ese en el que cualquiera que me conozca sabe que si me encuentra ahí no debe molestar ni dirigirse a mi persona porque no me encontrará...en ese momento estaré lejos...muy lejos.

Algún día os contaré la historia de mi vieja mecedora y de cómo llegó hasta mí en el instante en el que más la necesitaba, para convertirse en parte fundamental de mi vida y de mi día a día. Ella es insustituible y no importa las veces que me mude y lo lejos que vaya, siempre vendrá conmigo.

Pero como decía el gran Michael Ende, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

Buenas noches.